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jueves, 17 de agosto de 2017

Jorge Puello in memoriam



POR FERNANDO RODRÍGUEZ CÉSPEDES

“Amargura con sabrosura” fue la frase que adoptó El Men en la postrimería de su vida. La repetía cuando algo le atormentaba y se la escuché previo a entonar la canción “Lamento de esclavo” cuando compartíamos junto a varios amigos y a Danelvi Hernández o Dania, como llamaba a la joven que con esmero lo cuidaba.


Las persecuciones políticas desde la tiranía de Trujillo y en los funestos 12 años de Balaguer, los encarcelamientos, golpes y torturas no alteraron su temperamento afable, el que mantuvo, pese a las estrecheces económicas, limitaciones visuales y disgustos con algunos de sus descendientes.

El Men era todo un caballero y con los años a cuesta, trabajó en el oficio de zapatería hasta que la visión empezó a fallarle.  Nunca pasó factura por sus aportes al proceso democrático del país y aunque tenía muy buenos amigos en el mundo empresarial, evitaba molestarlos.

En una ocasión proclamó al periódico El Nacional que tenía, a pesar de su pensamiento de izquierda, dos  empresarios amigos, señalando a Pepín Corripio y a Mario Lama, quienes siempre estuvieron atentos a él. El primero, hasta el mismo momento de su muerte.

Además de estos amigos empresarios, contó con el afecto y respaldo del senador Reinaldo Pared Pérez, quien canalizó la ayuda del Senado para construirle una humilde, pero digna vivienda, cuando el lugar que habitaba se incendió.

Por su educación y humildad, concitaba simpatías y se daba el lujo de tener entre sus amigos a viejos compañeros de lucha revolucionaria y a personas que, aunque distantes de su ideología, lo respetaban y apreciaban por su lealtad a los principios que enarboló hasta su muerte.

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