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martes, 18 de julio de 2017

El afanoso oficio de los carretilleros haitianos en el mercado fronterizo

Ramón Pérez Reyes
Mal Paso, Jimaní
Antes de que el sol se atreva poner sus primeros rayos sobre el lago Azuei o Sumatre, ya que su nombre depende de cual lado se encuentre, y mucho antes  de que se levante el primer centinela, ellos aguardan de manera impaciente del otro lado: ocho detrás de las rejas.

Se colocan por orden de llegada. Hay un aparente orden. Todas las miradas están puestas en un solo objetivo: el gran candado  del portón de hierro  que sirve de límite a los dos países.
Ahí comienza el afán, el desorden. Terminó el descanso para los miembros del Cesfront, los soldados del Ejército y las demás agencias del gobierno, como Aduanas y Migración.
Es el inicio de un día de mercado en Mal Paso, en el límite terrestre de la frontera entre Haití y República Dominicana y ellos son los carretilleros haitianos que tienen este oficio como única forma de vida.
Un ejército de hombres espera cada mañana del lado haitiano a que se abra la puerta, y de manera apretujada cruzan al territorio dominicano para ofertar su servicio de carretillas a los pequeños comerciantes, que tienen que cargar las mercancías de uno y otro lado de la línea divisoria.
“Al día me gano unos cien gourdes (cien pesos dominicanos y algo más de dos dólares)”, explicó Marcelle, que minutos antes había hecho su primer servicio. Trasladó  en su carretilla una compra que contenía habichuelas, pastas, enlatados y otros comestibles a una marchanta.
Las marchantas son aquellas comerciantes haitianas que hacen pequeñas compras en este mercado y luego las venden al “pregón” en ciudades vecinas como Puerto Príncipe y Font Parissien.
Como Marcelle hay decenas de carretilleros que se ganan la vida en este mercado que se realiza cada lunes y jueves en la llamada “tierra de nadie”, por ser territorio neutral y justo a orilla del lago, por donde también los haitianos se llevan sus mercancías en botes o pequeñas embarcaciones.
Aquí se comercializa cerca del 70 % de las exportaciones dominicanas hacia Haití. Es estratégico, porque está a 60 kilómetros de la capital haitiana.
Al terminar el día, el sol recoge los rayos que había colocado sobre el lago. Un centinela junta la puerta y cierra el candado, después que Marcelle y su carretillas cruzaron al otro lado, para preparar el otro viaje de regreso…

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